Imágenes en el tiempo de
Navidad. Cuando vemos la retransmisión de un acontecimiento importante por
televisión, el regidor suele jugar con los planos cortos y con los grandes
planos. Es frecuente que las cámaras de televisión den una visión de conjunto
del lugar donde se realiza el acto y de todos los asistentes y, poco después,
se vayan deteniendo pormenorizadamente en sus protagonistas principales, para
poder mejor apreciar los distintos elementos que forman el conjunto.
Algo parecido, salvando las distancias con el
ejemplo televisivo, sucede con la serie de festividades litúrgicas que tienen
lugar durante el tiempo de Navidad. En la misa de la Nochebuena y, sobre todo,
en la misa del día del 25 de Diciembre, con la lectura del prólogo del evangelio
de San Juan, centramos nuestra atención en el misterio de la encarnación del
hijo de Dios: “El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros” (Jn 1, 14). El niño Jesús, que
duerme en el pesebre, es el Hijo de Dios encarnado. El día 1 de Enero,
festividad de Santa María, Madre de Dios, la liturgia nos encuadra la figura de
la Madre. La joven de Nazaret, por ser la madre de Jesús, Dios y hombre
verdadero, puede ser llamada con toda propiedad “Madre de Dios”, tal como fue
proclamada solemnemente en el concilio de Éfeso (a. 431). El día de Reyes, el 6
de Enero, festividad de la Epifanía del Señor, celebramos, contemplando la
figura de los magos de Oriente, al Hijo de Dios que se manifiesta a los pueblos
paganos y que es adorado por aquellos extranjeros como Mesías y Rey de los
judíos. A través de estos encuadres parciales, vamos considerando los distintos
episodios del misterio de la Navidad. Pero falta todavía la imagen de conjunto
del gran acontecimiento.