Imágenes en el tiempo de
Navidad. Cuando vemos la retransmisión de un acontecimiento importante por
televisión, el regidor suele jugar con los planos cortos y con los grandes
planos. Es frecuente que las cámaras de televisión den una visión de conjunto
del lugar donde se realiza el acto y de todos los asistentes y, poco después,
se vayan deteniendo pormenorizadamente en sus protagonistas principales, para
poder mejor apreciar los distintos elementos que forman el conjunto.
Algo parecido, salvando las distancias con el
ejemplo televisivo, sucede con la serie de festividades litúrgicas que tienen
lugar durante el tiempo de Navidad. En la misa de la Nochebuena y, sobre todo,
en la misa del día del 25 de Diciembre, con la lectura del prólogo del evangelio
de San Juan, centramos nuestra atención en el misterio de la encarnación del
hijo de Dios: “El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros” (Jn 1, 14). El niño Jesús, que
duerme en el pesebre, es el Hijo de Dios encarnado. El día 1 de Enero,
festividad de Santa María, Madre de Dios, la liturgia nos encuadra la figura de
la Madre. La joven de Nazaret, por ser la madre de Jesús, Dios y hombre
verdadero, puede ser llamada con toda propiedad “Madre de Dios”, tal como fue
proclamada solemnemente en el concilio de Éfeso (a. 431). El día de Reyes, el 6
de Enero, festividad de la Epifanía del Señor, celebramos, contemplando la
figura de los magos de Oriente, al Hijo de Dios que se manifiesta a los pueblos
paganos y que es adorado por aquellos extranjeros como Mesías y Rey de los
judíos. A través de estos encuadres parciales, vamos considerando los distintos
episodios del misterio de la Navidad. Pero falta todavía la imagen de conjunto
del gran acontecimiento.
La fiesta de la Sagrada
Familia. En esta fiesta contemplamos la
escena completa: María, José y el niño: la Sagrada Familia de Nazaret. En una memorable alocución del Papa Pablo sexto,
pronunciada el 5 de Enero de 1964 en Nazaret, la aldea donde vivieron, el Papa
meditaba así sobre el mensaje de la Sagrada Familia: “Nazaret es la escuela
donde empieza a entenderse la vida de Jesús, es la escuela donde se inicia el
conocimiento de su Evangelio... Que Nazaret nos enseñe el significado de la
familia, su comunión de amor, su sencilla y austera belleza, su carácter
sagrado e inviolable, lo dulce e irremplazable que es su pedagogía y lo
fundamental e incomparable que es su función en el plano social”.
El significado de esta
fiesta, hoy. En el encuentro de las familias celebrado en Madrid en Diciembre del
año 2009, el Papa Benedicto XVI envió un mensaje, a través de la televisión, a
los miles de familias reunidas en la plaza de Colón y en las calles adyacentes.
En este mensaje dijo el Papa: “¿cómo no recordar el verdadero significado de
esta fiesta de la Sagrada Familia de Nazaret? Dios, habiendo venido al mundo en
el seno de una familia, manifiesta que esta institución es camino seguro para
encontrarlo y conocerlo, así como un llamamiento permanente a trabajar por la
unidad de todos en torno al amor. De ahí que uno de los mayores servicios que
los cristianos podemos prestar a nuestros semejantes es ofrecerles nuestro
testimonio sereno y firme de la familia fundada en el matrimonio entre un
hombre y una mujer, salvaguardándola y promoviéndola, pues ella es de suma
importancia para el presente y el futuro de la humanidad. En efecto, la familia
es la mejor escuela donde se aprende a vivir aquellos valores que dignifican a
la persona y hacen grandes a los pueblos. También en ella se comparten las
penas y las alegrías, sintiéndose todos arropados por el cariño que reina en
casa por el mero hecho de ser miembros de la misma familia /.../ Os animo,
pues, padres cristianos, a que, confiando en la materna intercesión de María
Santísima, Reina de las familias, y en la poderosa protección de San José, su
esposo, os dediquéis sin descanso a esta hermosa misión que el Señor ha puesto
en vuestras manos”.
La
misión de los padres cristianos. Esta
“hermosa misión”, a la que alude el Papa, no es sino la educación humana y
cristiana de los hijos. Por la gracia del sacramento del matrimonio, los padres
tienen la responsabilidad y el deber de evangelizar
a sus hijos. Desde la infancia deberán iniciarlos en el conocimiento y en
el amor a Dios y de asociarlos a la vida de la Iglesia por el bautismo, la
confirmación y la comunión, además de ayudarlos a crecer en la fe mediante el
testimonio de una vida cristiana de acuerdo con el Evangelio. Igualmente, los
padres, como primeros responsables de la educación de sus hijos, tienen el
derecho de elegir para ellos un tipo de escuela que corresponda a sus propias
convicciones morales y religiosas y, en cuanto sea posible, tienen el deber de
elegir las escuelas que mejor les ayuden en su tarea de educadores cristianos.
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