viernes, 26 de octubre de 2012

III - La Sagrada Escritura en la Iglesia

Mons. Esteban Escudero

Los Apóstoles, transmisores del Evangelio. “Dios quiso que lo que había revelado para salvación de todos los pueblos se conservara para siempre íntegro y fuera transmitido a todas las edades. Por eso Cristo nuestro Señor, plenitud de la revelación, mandó a los Apóstoles predicar a todos los hombres el Evangelio como fuente de toda verdad salvadora y de toda norma de conducta, comunicándoles así los bienes divinos: el Evangelio prometido por los profetas, que El mismo cumplió y promulgó con su boca. Este mandato se cumplió fielmente, pues los Apóstoles, con su predicación, sus ejemplos, sus instituciones, transmitieron de palabra lo que habían aprendido de las obras y palabras de Cristo y lo que el Espíritu Santo les enseñó; además, los mismos Apóstoles y otros de su generación pusieron por escrito el mensaje de la salvación inspirados por el Espíritu Santo (VAT II, DV 7).

La inspiración de la Sagrada Escritura. La revelación que se contiene en la Sagrada Escritura ha sido puesta por escrito bajo la inspiración del Espíritu Santo. Por eso, se afirma que todos los libros de la Biblia tienen a Dios por autor, es decir, están “inspirados” por Él. Ello no obsta para que, en la composición de los libros sagrados, Dios se valiese de unos hombres elegidos por él, que se conocen con el nombre de “hagiógrafos”. Estos hombres tenían una cultura, una lengua y unas facultades propias. Dios se valió de ellos para que pusiesen por escrito, según sus capacidades, todo lo que Dios quería que conociésemos para nuestra salvación. En este sentido, se puede decir que ellos son también verdaderos autores de los libros sagrados.

La verdad de la Sagrada Escritura. “Como todo lo que afirman los hagiógrafos, o autores inspirados, lo afirma el Espíritu Santo, se sigue que los Libros sagrados enseñan sólidamente, fielmente y sin error la verdad que Dios hizo consignar en dichos libros para salvación nuestra”  (DV 7). No podemos pretender encontrar en la Sagrada Escritura verdades de tipo científico. Además, hay que tener en cuenta que la cultura de aquellos escritores sagrados era muy diferente de la nuestra. Por eso, “para comprender exactamente lo que el autor propone en sus escritos, hay que tener muy en cuenta los modos de pensar, de expresarse, de narrar que se usaban en tiempo del escrito, y también las expresiones que entonces más se solían emplear en la conversación ordinaria” (DV 12).

La “lectura orante” de la Sagrada Escritura. Como conclusión del Sínodo de obispos sobre la Palabra de Dios en la vida y en la misión de la Iglesia, el 30 de Septiembre de 2010, el Papa Benedicto XVI publicó una Exhortación Apostólica con el título de “Verbum Domini”. En ella podemos leer esta invitación a leer asiduamente la Sagrada Escritura: “El Sínodo ha vuelto a insistir más de una vez en la exigencia de un acercamiento orante al texto sagrado como factor fundamental de la vida espiritual de todo creyente, en los diferentes ministerios y estados de vida, con particular referencia a la lectio divina. En efecto, la Palabra de Dios está en la base de toda espiritualidad auténticamente cristiana /.../ Como dice san Agustín: «Tu oración es un coloquio con Dios. Cuando lees, Dios te habla; cuando oras, hablas tú a Dios».

La Palabra de Dios y la Eucaristía se pertenecen tan íntimamente que no se puede comprender la una sin la otra: la Palabra de Dios se hace sacramentalmente carne en el acontecimiento eucarístico. La Eucaristía nos ayuda a entender la Sagrada Escritura, así como la Sagrada Escritura, a su vez, ilumina y explica el misterio eucarístico.

La “Lectura orante” explicada por Benedicto XVI : 1) “se comienza con la lectura (lectio) del texto, que suscita la cuestión sobre el conocimiento de su contenido auténtico: ¿Qué dice el texto bíblico en sí mismo? Sin este momento, se corre el riesgo de que el texto se convierta sólo en un pretexto para no salir nunca de nuestros pensamientos. 2) Sigue después la meditación (meditatio) en la que la cuestión es: ¿Qué nos dice el texto bíblico a nosotros? Aquí, cada uno personalmente, pero también comunitariamente, debe dejarse interpelar y examinar, pues no se trata ya de considerar palabras pronunciadas en el pasado, sino en el presente. 3) Se llega sucesivamente al momento de la oración (oratio), que supone la pregunta: ¿Qué decimos nosotros al Señor como respuesta a su Palabra? La oración como petición, intercesión, agradecimiento y alabanza, es el primer modo con el que la Palabra nos cambia. 4) Por último, la “lectio divina” concluye con la contemplación (contemplatio), durante la cual aceptamos como don de Dios su propia mirada al juzgar la realidad, y nos preguntamos: ¿Qué conversión de la mente, del corazón y de la vida nos pide el Señor?... Conviene recordar, además, que la lectio divina no termina su proceso hasta que no se llega a la acción (actio), que mueve la vida del creyente a convertirse en don para los demás por la caridad”.


TEXTOS DEL COMPENDIO DEL CATECISMO

Nº 18. La Sagrada Escritura enseña la verdad. Decimos que la Sagrada Escritura enseña la verdad porque Dios mismo es su autor: por eso afirmamos que está inspirada y enseña sin error las verdades necesarias para nuestra salvación. El Espíritu Santo ha inspirado, en efecto, a los autores humanos de la Sagrada Escritura, los cuales han escrito lo que el Espíritu ha querido enseñarnos. La fe cristiana, sin embargo, no es una «religión del libro», sino de la Palabra de Dios, que no es «una palabra escrita y muda, sino el Verbo encarnado y vivo» (San Bernardo de Claraval). 

19. ¿Cómo se debe leer la Sagrada Escritura? La Sagrada Escritura debe ser leída e interpretada con la ayuda del Espíritu Santo y bajo la guía del Magisterio de la Iglesia, según tres criterios: 1) atención al contenido y a la unidad de toda la Escritura; 2) lectura de la Escritura en la Tradición viva de la Iglesia; 3) respeto de la analogía de la fe, es decir, de la cohesión entre las verdades de la fe. 

20. ¿Qué es el canon de las Escrituras? El canon de las Escrituras es el elenco completo de todos los escritos que la Tradición Apostólica ha hecho discernir a la Iglesia como sagrados. Tal canon comprende cuarenta y seis escritos del Antiguo Testamento y veintisiete del Nuevo. 

21. ¿Qué importancia tiene el Antiguo Testamento para los cristianos? Los cristianos veneran el Antiguo Testamento como verdadera Palabra de Dios: todos sus libros están divinamente inspirados y conservan un valor permanente, dan testimonio de la pedagogía divina del amor salvífico de Dios, y han sido escritos sobre todo para preparar la venida de Cristo Salvador del mundo. 

22. ¿Qué importancia tiene el Nuevo Testamento para los cristianos? El Nuevo Testamento, cuyo centro es Jesucristo, nos transmite la verdad definitiva de la Revelación divina. En él, los cuatro Evangelios de Mateo, Marcos, Lucas y Juan, siendo el principal testimonio de la vida y doctrina de Jesús, constituyen el corazón de todas las Escrituras y ocupan un puesto único en la Iglesia. 

23. ¿Qué unidad existe entre el Antiguo y el Nuevo Testamento? La Escritura es una porque es única la Palabra de Dios, único el proyecto salvífico de Dios y única la inspiración divina de ambos Testamentos. El Antiguo Testamento prepara el Nuevo, mientras que éste da cumplimiento al Antiguo: ambos se iluminan recíprocamente.

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