Mons. Esteban Escudero
La pregunta por los
orígenes. En la vida ordinaria, estamos tan metidos en los problemas y
ocupaciones de cada día, que no pensamos en algunas cuestiones que, sin
embargo, pueden tener repercusiones importantes para nuestro destino como
personas: ¿El mundo se hizo solo o lo creó un Dios
inteligente? ¿Venimos de la materia o venimos de Dios? ¿Es la casualidad, lo
irracional, el principio de todo o, por el contrario, el principio del mundo es
la razón creadora, la libertad divina, el amor de Dios? Las ciencias de la
naturaleza nos van explicando cada vez con mayor precisión cómo es el mundo, dando por supuesto el hecho familiar de que el
mundo existe. Mas esto constituye también un problema, el mayor de los
problemas: ¿Por qué existe el mundo?
¿Por qué existe el hombre?
La respuesta de la Biblia. La contestación que da la Revelación de Dios al
hombre sobre estas preguntas fundamentales es muy clara: “Al principio creó
Dios el cielo y la tierra. La tierra estaba informe y vacía; la tiniebla cubría
la superficie del abismo, mientras el espíritu de Dios se cernía sobre la faz
de las aguas. /.../ Dijo Dios: hagamos al hombre a nuestra imagen; que domine
los peces del mar, las aves del cielo, los ganados y los reptiles de la tierra.
Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó, varón y mujer los
creó” (Génesis 1, 1-2. 26-27).
La obra de Dios. Dios ha querido crear el mundo. El mundo no es Dios ni una parte de
Dios. El mundo podría no haber existido, pero Dios, por amor, ha querido que el
mundo fuese. Para los cristianos es muy importante la fe en Dios Creador, ya
que nos ofrece una forma de contemplar el universo y el mismo ser del hombre de
una manera muy distinta a que todo fuese fruto de una casualidad absurda,
imposible de comprender por la razón.
La creación en la Sagrada Escritura. El mundo existe únicamente porque Dios quiso que
existiera. Crear es algo absolutamente singular que sólo corresponde a Dios, ya
que significa hace que algo que no existe y no puede existir por sí mismo
llegue realmente a existir. Si el mundo o el hombre pudieran separarse de Dios,
desaparecerían en ese mismo instante. “A través del relato de los “seis días”
de la Creación, la Sagrada Escritura nos da a conocer el valor de todo lo
creado y su finalidad de alabanza a Dios y de servicio al hombre. Todas las
cosas deben su propia existencia a Dios, de quien reciben la propia bondad y
perfección, sus leyes y su lugar en el universo” (Catecismo, nº 62).
La importancia religiosa de la creación. La revelación de Dios sobre el origen del mundo,
tal como nos la transmite la Biblia, no pretende satisfacer la curiosidad
humana sobre los orígenes, ni mucho menos darnos una explicación científica de
cómo ocurrió el principio del mundo. La importancia del relato del Génesis se
debe a que “la creación es el fundamento de todos los designios salvíficos de
Dios; manifiesta su amor omnipotente y lleno de sabiduría; es el primer paso
hacia la Alianza del Dios único con su pueblo; es el comienzo de la historia de
la salvación, que culmina en Cristo; es la primera respuesta a los
interrogantes fundamentales sobre nuestro origen y nuestro fin” (Catecismo, nº
51).
El testimonio de la Iglesia. En el Prefacio de la Plegaria Eucarística IV, la
Iglesia nos invita a alabar a Dios “porque tú sólo eres bueno y fuente de la
vida, hiciste todas las cosas para colmarlas de tus bendiciones y alegrar su
multitud con la claridad de tu gloria. Por eso, innumerables ángeles en tu
presencia, contemplando la gloria de tu rostro, te sirven siempre y te
glorifican sin cesar. Y con ellos también nosotros, y por nuestra voz las demás
criaturas aclamamos tu nombre cantando: Santo, santo, santo...”.
¿Por qué Dios permite el mal? A veces nos preguntamos por qué existe el mal.
¿Cómo es posible que exista el mal si el mundo ha sido creado por Dios? Ante
una catástrofe natural que origina muchos muertos o ante los terribles efectos
de una guerra o ante la maldad de unos seres humanos capaces de hacer mucho
daño a sus semejantes, nos indignamos pensando que el mundo no debería ser así
y nos atrevemos a pedir cuentas a Dios sobre por qué permite todo esto. No es
fácil responder a esta pregunta tan acuciante. El Catecismo nos asegura que “Dios
no es, en modo alguno, ni directa ni indirectamente, la causa del mal. Él
ilumina el misterio del mal en su Hijo Jesucristo, que ha muerto y ha
resucitado para vencer el gran mal moral, que es el pecado de los hombres y que
es la raíz de los restantes males. La fe nos da la certeza de que Dios no
permitiría el mal si no hiciera salir el bien del mal mismo” (Nº 57-58).
TEXTOS DEL COMPENDIO DEL
CATECISMO
50. ¿Qué significa que Dios es Todopoderoso? Dios se ha revelado como «el Fuerte, el
Valeroso» (Sal 24, 8), aquel para quien «nada es imposible» (Lc
1, 37). Su omnipotencia es universal, misteriosa y se manifiesta en la creación
del mundo de la nada y del hombre por amor, pero sobre todo en la Encarnación y
en la Resurrección de su Hijo, en el don de la adopción filial y en el perdón
de los pecados. Por esto la Iglesia en su oración se dirige a «Dios
todopoderoso y eterno»
54. ¿Cómo ha creado Dios el universo? Dios ha creado el universo libremente con sabiduría
y amor. El mundo no es el fruto de una necesidad, de un destino ciego o del
azar. Dios crea «de la nada» un mundo ordenado y bueno, que Él transciende de
modo infinito. Dios conserva en el ser el mundo que ha creado y lo sostiene,
dándole la capacidad de actuar y llevándolo a su realización, por medio de su
Hijo y del Espíritu Santo.
59. ¿Qué ha creado Dios? La Sagrada Escritura dice: «en el principio creó
Dios el cielo y la tierra» (Gn
1, 1). La Iglesia, en su profesión de fe, proclama que Dios es el creador de
todas las cosas visibles e invisibles: de todos los seres espirituales y
materiales, esto es, de los ángeles y del mundo visible y, en particular, del
hombre.
63. ¿Cuál es el lugar del hombre en la Creación?
El hombre es la cumbre de la Creación visible, pues
ha sido creado a imagen y semejanza de Dios.
ORACIÓN
Señor, nos acogemos confiadamente a tu providencia,
que nunca se equivoca; y te suplicamos que apartes de nosotros todo mal y nos
concedas aquellos beneficios que pueden ayudarnos en la vida presente y en la
futura. Por nuestro Señor Jesucristo. Amén.
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